lunes, 8 de septiembre de 2025

Una cuestión enzimática

pidió permiso, empujó, rajó, salió por la puerta,
esquivó uno, dos, tres personas, se estancó,
dos filas atornilladas al engranaje elevador,
contempló los murales celestinos cascarados
en el túnel del subte: escamas que homologan
el cielo que decora la superficie, desesperó,
por un segundo, decidió, incrustó sus manos
entre los cuerpos paralelos de una pareja
sin tema de conversación y los despegó
para adelantarlos ¡cómo nubes! más fácil
de lo que pensaba, subió, escalón uno, escalón dos, 
de un caderazo al molinete salió
 por la salida 4,
la que termina en una feria minimal
de cuatro puestos de manteras sobre calle Lavalle.
el eco del pasamanos financiero dicho alto
y bajito a la vez, en dos tonos, biselado
como un lápiz con la punta rota.
esquivó a los alumnos de un renombrado colegio
y de lo apurado que estaba, no los odió,
no pensó que bajo esas chombas quedarían a cargo
los hilos flacos de la economía del futuro,
esquivó autos y motos mal estacionadas
de repartidores, oficinistas y secretarias que marcan
como una firma el labial en vasos de telgopor,
no supo donde se aireaba de gente la vereda,
no llegó a meterse a un café o no se animó,
no aguantó y entre una Iveco y un conteiner,
estacionado frente a un local donde se modulan
los valores que sostiene el armatoste, vomitó
ese pancho tan rico y en salsas colorido
que un puestero una hora atrás le vendió; calentito, 
la trama romboidal de la servilleta, tres mordiscos.












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