Ventisca, atención a las pisadas,
el aire entrando en comba por la nariz.
Alrededor de una antena,
unas vacas descansaban
con el monte sosteniéndoles el mentón.
El viento tubular me lustra
los oídos con su hisopo invisible.
Algo de arena se desprende
y entra a mis párpados.
Calma de pronto que al final no dura un pedo.
Por el cono de un megáfono
la voz de la feria municipal
trepa re gede, encara, sube,
amaga, sigue, ta ta, taaaaa...
se sienta al lado mío y me distrae
de lo que estando acá en la cima debería sentir.
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