que llega y nos adormece. rachas sin conversación
que dejan al descubierto el circuito vivo de nuestros
brazos al pasarnos los salvavidas: una botella destapada
y el gas que se escapa, un frasco usado como vaso, un vaso
de verdad, encendedor, tabaco, lillos; un cenicero
del tamaño de un plato con restos de comida fría.
¿a qué viene este apagón? ¿es común quedarse
rebotando unos minutos hacia adentro? ¿me hace mal
pensar estas ideas? ¿está bien reconocerlas? ¿si? ¿no?
¿maso? de mis certezas, mi favorita es que ninguna
cabeza es en el fondo LA cabeza y que todo para todos
es igual: el silencio que ahora nos embolsa, las risas
que cultivamos con o sin estupefacientes, el amor
que rápido sube, reluce su aleta plateada y regresa
de nuevo a las profundidades inaccesibles. todo pasa
y pasará: este cuarto, estas paredes, los ladrillos
precarios que sostienen el armazón de esta trama
tridimensional: todos todo junto pasando sin esfuerzo
por el horno de los siglos venideros, perdiendo los bordes,
goteando en etapas, cargando en su electricidad
insomne el ADN de un combustible de difícil extracción.
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