alcanza para refrescar
toda la oscuridad de tu boca
y el aire acondicionado
a dieciocho
hace lo mismo del otro lado
de la piel,
de la pared, del techo,
del departamento de arriba
una gotera
cae,
quiere mojar mi cigarrillo.
¿qué más pueden decir
mis ojos
que no hayan dicho ya?
un avión pasa
por mi cielo asimétrico
y con él
el atardecer se convierte
en privilegio para pocos.
para nosotros el atardecer
es negro, denso y caluroso,
un punto y aparte
que rueda
encadenado a tu ventana
te obliga
a ir desacelerando el ritmo,
a bajar las persianas,
a cerrar con llave la puerta:
dos vueltas firmes y contadas
en voz alta,
a apagar las luces
que sobran, -según la boleta
siempre sobran,
a empujar de a tironcitos
los cabellos de la noche
hasta tus partes íntimas,
para después,
volver
al interior de las sábanas
a tu lugar de origen,
a la sombra
retrocedés despacio
para no despertar
al miedo.
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