apenas se dobla y ensancha lo justo
como un sable corbo en la funda necrótica
de esta capital del cono sur,
el viento entra laminado al colectivo
y expone la fisura
de la ventana entreabierta.
El rodete antes firme. Mi cabello,
húmedo aún se desata
por acción del aire de junio,
y la fragancia del shampoo
durante el día atrapada,
comienza a saltar
a chispazos
y con ella, la bucólica promesa ilustrada
en el envase de plástico
se cumple. Del afombrado de goma
donde suelas plasmaron sobre
chicles y goterones de gaseosa
un tipo de arqueología urbana,
encumbra violento el tronco
de un pino.
Fiummmm coníferas nacen
y en la misma trayectoria vertical
rompen el techo
de lata. Hacen florecer
penachos de aluminio.
A ramalazos vuelan hojas, cae
lluvia, correntadas en rotor,
enredaderas amordazando los asientos.
Fiummmm hace la avanzada de ramas
al rodear el chasis, la carrocería
cubierta de musgo, de barro, el tracto
obturado, vidrios que estallan solos
sobre las cabezas pasajeras.
Brotes y brotes y otro brote más que
aturdirá al crecer. Aullidos
darán a luz
a nuevas especies. A tempo,
vibrarán los tábanos
en su ceguera verde. Continua
correrá el agua, lejos
muy lejos. Todos los dedos
de la naturaleza hundidos ahora
en todos los oídos.
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