viernes, 30 de septiembre de 2022

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trata de fijar la punta del dardo
de su mente y los objetos -restos
incorpóreos de un discurso ajeno-
no despiertan su mayor interés. orbitan
más allá de su imaginación castigada
a mazazos por la novedad. orbitan junto
a las moscas que mete su vieja
en verano cuando entra a escondidas
a su pieza y le abre las ventanas.
el aire viciado se extingue
más rápido si giran también las paletas
de plata del ventilador.
trata de fijar su mente
en otra cosa y no puede: lo que puso,
lo que le puso a, lo último que subió,
lo que le dijeron de, lo que dijo al 50%,
lo que no dijo pero por la negativa
atrae su sospecha.
lo que se bate lentamente en el bol
más gastado de su cráneo
lo llevará a la perdición,
y según su matriz, eso es el amor.
trata de no pensar más en ella
y lo consigue, se pierde
en el zig zag de interfaces y pestañas
que se abren a la par de sus ojos
rojizos, rojos, rojísimos. y pensar
que hubo un tiempo en el que sus pupilas
eran el hueco infinito
por el que de cabeza se enterraban
las cascadas de su infancia,
un tiempo en el que no importaba
comprender la fuente de sus emociones,
en el que no había una computadora
cerca para volcar su ira en un foro
que noche a noche lo envuelve
como la serpiente de su foto de perfil
envuelve el vacío amarillo
que su cuerpo en espiral forma.























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