lunes, 15 de agosto de 2022

La cervical es un garfio en el que cuelgan los días muertos

el fin de una canción
en el silencio auricular del transporte público
puede ser la respuesta
a los mambos del día: melodía disonante, 
letra simple, hierro líquido
vertiéndose sobre un molde
también de hierro o rayos de una luz ultravioleta
que accidentalmente dan con las huellas
dactilares de lo que nos espanta,
en esa estoy, en esa voy, en un 168,
la ventana piqueteando mi parietal, me veo al ver 
la penumbra en las fugas de las avenidas
que el vehículo a su paso 
rebana, en esa, dándole forma
a la confusión, un nombre
al problema, sustancia
a la fuente, a la larga se funda un nuevo goce
al rosquear 
el cubo rubik del dinero, el cubo
rubik de la muerte, el cubo rubik
del amor. somos cinco seis los que a bordo vamos
y si el colectivo frenara,
si un señor barbudo y entrecano,
en muletas, plegada la pierna, seca la sangre
en la venda, 
si dios fuera un rostro
con arrugas dibujadas por el alquitrán
de su entorno, 
si subiera ahora mismo
con una lámpara dorada
aferrada a sus callos, si la ofreciera
asiento 
por asiento como se ofrece
una botella de vidrio
cuando 
el mensaje ya está dicho y no hay más
palabras 
que estrujar en la juguera,
si fuese mi turno
de pedir un deseo, uno solo,
yo tampoco sabría cuál.







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