pudiste haber sido vos, en una de esas
pudiste haber desarrollado una adaptación
feroz al ambiente reconvertido. un ojo
de más a la altura del corazón, un láser
potente disparado al abrirlo, otra
voz, o porqué no, la pericia emocional
de quien sabe deslizarse a través
de horizontes inestables. pero no, ni vos
ni nadie que presencie ahora el latir amarillo
del semáforo en la autopista abandonada.
hipo de fotones. intermitencia que marca
el ritmo en la noche distópica. el tiempo
que recupera la consciencia y con dos
dedos palpa su muñeca flaca. pero humanos
cero, nada, nadie que absorba los mensajes
oxidándose en los carteles cascoteados.
arandelas a la vera con 80, con 60, con 40
de velocidad máxima: indicios de que supo
haber movimiento, direcciones, líneas
de existencia programada de un punto A
a un punto B. si uno levantase la cabeza
-si primero tuviese una- también vería
allá al fondo como las usinas dejaron
de eyacular al cielo, sus vapores. no más
aviones comerciales perforando nubes
negras, sus turbinas: reduciendo pájaros
papel picado. no más viento, menos
lluvia, la atmósfera justa y propicia
para la formación de la figura hexagonal
que demanda la caída de un copo de nieve
sobre una lengua tibia tampoco. solo
quietud: una burda y abismal, una quietud
concreta como la que queda contenida
en la bolsa que sostiene la chica triste después
de tirar a su pez favorito por el inodoro.
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