jueves, 3 de marzo de 2022

Doom

insomne, constante, sin testigos.
pudiste haber sido vos, en una de esas 
pudiste haber desarrollado una adaptación 
feroz al ambiente reconvertido. un ojo 
de más a la altura del corazón, un láser 
potente disparado al abrirlo, otra 
voz, o porqué no, la pericia emocional 
de quien sabe deslizarse a través 
de horizontes inestables. pero no, ni vos 
ni nadie que presencie ahora el latir amarillo 
del semáforo en la autopista abandonada. 
hipo de fotones. intermitencia que marca 
el ritmo en la noche distópica. el tiempo 
que recupera la consciencia y con dos 
dedos palpa su muñeca flaca. pero humanos
cero, nada, nadie que absorba los mensajes 
oxidándose en los carteles cascoteados. 
arandelas a la vera con 80, con 60, con 40
de velocidad máxima: indicios de que supo 
haber movimiento, direcciones, líneas 
de existencia programada de un punto A 
a un punto B. si uno levantase la cabeza 
-si primero tuviese una-  también vería 
allá al fondo como las usinas dejaron 
de eyacular al cielosus vapores. no más 
aviones comerciales perforando nubes 
negras, sus turbinas: reduciendo pájaros 
papel picado. no más viento, menos 
lluvia, la atmósfera justa y propicia 
para la formación de la figura hexagonal 
que demanda la caída de un copo de nieve 
sobre una lengua tibia tampoco. solo 
quietud: una burda y abismal, una quietud 
concreta como la que queda contenida 
en la bolsa que sostiene la chica triste después
de tirar a su pez favorito por el inodoro.


















































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