volvíamos en bajada, a pedal;
allá a lo lejos, los tanques de agua suspendidos
en lo alto de las torres de hormigón
allá a lo lejos, los tanques de agua suspendidos
en lo alto de las torres de hormigón
invitaban a creer en la llegada de alienígenas.
detrás nuestro, un cielo con identidad propia
hacia de las suyas en un comportamiento
que no veíamos más que en la explosión repentina
de los colores que nos rodeaban.
nubes grises de las que en otro contexto, otra lógica,
pudo haber emergido un brazo que nos devolviera
íntegros a la historia que merecemos. pero no.
relámpagos reventaban, encandilaban y se iban.
las preguntas de siempre nacían, afectaban y se morían.
detrás nuestro, un cielo con identidad propia
hacia de las suyas en un comportamiento
que no veíamos más que en la explosión repentina
de los colores que nos rodeaban.
nubes grises de las que en otro contexto, otra lógica,
pudo haber emergido un brazo que nos devolviera
íntegros a la historia que merecemos. pero no.
relámpagos reventaban, encandilaban y se iban.
las preguntas de siempre nacían, afectaban y se morían.
volvíamos ya por la sombra y ni el sonido
de las ruedas raspando la tierra aguachenta,
ni la saturación oculta de los truenos podían dispersar
los insectos de la cabeza: ese zumbido
que con el índice gusta de tocarnos el hombro
como avisándonos que por más cebados
que inflemos el globo, el aire no consigue tapar nunca
los orificios que fabrican nuevos pensamientos.
de las ruedas raspando la tierra aguachenta,
ni la saturación oculta de los truenos podían dispersar
los insectos de la cabeza: ese zumbido
que con el índice gusta de tocarnos el hombro
como avisándonos que por más cebados
que inflemos el globo, el aire no consigue tapar nunca
los orificios que fabrican nuevos pensamientos.
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