es segundearse; la regla de que dos cabezas
pueden más que una. hacían unos 35° a la sombra
que ni ganas daban de sacudirse las moscas.
había un cuarto al final del pasillo pero
como la economía siempre fue mezquina con las casas
del otro lado de la circunvalación, era el único;
y en su centro de operaciones maternales, ella dormía.
entonces: había una madre, entornada una puerta
y pegado un cartel de existencia implícita
que advertía “NI SE LES OCURRA HACER RUIDO
A ESTA HORA, NI SE LES OCURRA ROMPERME LAS BOLAS”.
-ok, no tendremos pileta pero sí imaginación
dijo el más chico y se mandaron a hacerla.
uno con la manguera, el otro con la pala, paleaban
dijo el más chico y se mandaron a hacerla.
uno con la manguera, el otro con la pala, paleaban
un poco y se la pasaban, humedecían el pozo y la tierra
aflojaba. cuánto más hondo, raíces más gruesas brotaban.
bajo las patas sucias, el movimiento del agua continua
barriendo y recopilando para sí los sedimentos
que al derretirse liberan los cascotes inferiores.
despacio, era hielo deshaciéndose, suave pero suficiente
como para dejar al descubierto el tabique metálico
de un Kingston 64gb descartado hace décadas
en el patio de esta misma vivienda hoy usurpada.
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