el que roció el paredón con alcohol
no es el mismo que accionó a continuación
el Lysoform como lanzallamas
ni el que, encapuchado, tapándose la cara
con los puños de su abrigo
acompañó la travesura sin participar.
el que tiró la idea medio en serio, medio en joda,
medio porque fue no es el mismo
que apenas vio el destello azulgrana del patrullero
salió disparando hacia a otro lado
ni el corajudo que finalmente
chispeó el encendedor para concretarla.
ninguno es igual al otro
perocada uno es la sumatoria de los tres
cuando en diez años, caminando de visita
por las calles que alguna vez fueron tuyas,
te encuentres con la aureola negra
todavía estampada en el paredón intacto.
de aspecto tibio, brillante, la contemplás
con ganas de que al acercar tu mano se active
un conducto que te succione
y te devuelva hacia esa dimensión anterior.
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