mientras almorzábamos.
yo no entendía bien qué pasaba,
si estaba midiendo un bichito
que le quería picar el brazo o si algo
más complejo se estaba procesando
entre sus puntos neurálgicos.
cuestión que se le había perdido
el reloj de siempre
y decía tener la muñeca desnuda.
le molestaba mucho lo liviana
que se había vuelto su mano,
cada vez que la movía la sentía
como algo desconocido e impredecible.
hacía tiempo que sus extremidades
temblaban repentinamente
como un organismo vivo que se sacude
para secarse un líquido invisible.
finalmente, la historia terminó
con que este hombre, mi nono,
se quejó unos días más,
y después se olvidó de todo.
de su nombre, del reloj,
de la hora exacta en que también
había perdido la cabeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario