enroscados en este ciclo
sin fin de materia volcada
sobre materia, cada cual
quieto en su lugar.
la concentración se mantiene
inalterable, ni tan tan,
ni muy muy, como para llegar
a comprender qué tan grave
es lo que pasa. así te quieren,
bajo un embrujo sin saber
de dónde venís y a dónde vas,
cada uno bailando alrededor
de su propio fuego blanco.
uno al que se le vencen
las piernas y cae,
otro que por quedarse ciego
no consigue ayudarlo.
el miedo no avisa, por eso,
hay que estar atento.
un cambio en el curso
del viento puede traerte
el olor a corazón quemado
que emana la piedra negra
de tu pecho. todo es
una condena escondida
en un estado de reposo.
sentirse imperturbable
ante los días venideros
y de pronto, entre palabra
y palabra, detectar
como la temperatura
de la saliva asciende
tímidamente.
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