ese paisaje que dios olvidó bajar
a la heladera, será tanta la sed
que caerá desplomado en su lugar.
murmurará una oración,
pensará en su familia,
retendrá los rostros de sus hijos
hasta que se le derritan por los ojos.
lo fisiológico vence toda épica
y el esquimal, rendido, se arrodilla
para succionar el hielo duro
hasta dejarlo transparente
o hasta que alguien,
milenios más tarde, lo encuentre
firme y seco, sus labios pegados,
no mucho más.
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