llega exhausto de trabajar,
se acuesta sin bañarse
y una nebulosa de gritos y explosiones
lo hacen volver a ver la misma película
que horas atrás protagonizaba.
después vuelve sobre sí,
besa a su esposa que descansa boca abajo
y le copia la postura hasta quedarse dormido.
el pensador
solo se acuesta para pensar mejor.
treinta minutos buscando una lógica encubierta
en el cielo raso de su cuarto
¿para qué lado giran las tuercas que hacen
quemar el combustible del mundo?
mastica y mastica la pregunta
y la baja con un vaso de vino.
encorvado,
anota rápido en la pared de la cocina:
“la historia es escrita
por la mano izquierda de un diestro”
y se va a dormir satisfecho, fresco.
cuando despierta no entiende lo que escribió,
mira treinta minutos, mira una hora
tratando de descifrar el mensaje,
de reconocerse en esa letra ilegible.
su forma encorvada encarna de nuevo
un gran signo de interrogación.
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