revuelve la vuelta
al baldío de enfrente,
al cielo baldeado,
al fósil blando que alberga
la memoria.
¿qué devolvemos cuando volvemos?
mejor nada.
los amigos, muchos menos
la familia,
merecen saber todo aquello
que pensamos
en la soledad de la almohada.
hoy la noche es calurosa,
el sueño, nulo.
hay tensión afuera.
la alarma de un auto huérfano
acaba de dispararse
a unas cuadras de acá.
los pocos que quedaban
pululando por ahí,
encontraron
una lógica oculta en su paranoia
y sin que nadie dé la orden
se fueron
despegando de la escena,
se fundieron a negro,
nos fuimos.
en cuestión de segundos
los ladridos
de los perros tejen
una red invisible
que trasciende medianeras.
una epidemia
amplificándose a la altura
de las rodillas
del barrio que dura
hasta el amanecer.
se necesita
que ingrese por la reja
apenas
un fino gajo de sol
para que la hoja más baja
del ciruelo comience
a tostarse.
ahora sí, buen día.
hora de irse a dormir.
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