mojadas
por la tormenta,
infladas
por el miedo,
después tampoco habrá tiempo
para la búsqueda
del por qué
del cómo
quien de todas fue la primera
en malcriar la paranoia,
con un burdo aleteo
contagian el terror.
y el agua
que lo ensucia todo,
que embarra la vista
con su melodrama
fotogénico
y las palomas
desesperadamente
elementales
no necesitan razonar
nimiedades, ni edades,
ni miedos mentales
ni aceptar que ven sombras
donde no deberían.
ellas buscan refugio
donde sea que puedan
solo encuentran
muertes solitarias
en veredas partidas.
caen en seco,
una por una
se desploman
y a pesar
de la tenue respiración
que todavía las ocupa,
agonizar parece esconder
un motivo tan inútil
que es estético:
elegir la mejor manera
de posicionarse
de cara
a la descomposición.
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