miércoles, 21 de noviembre de 2018

La ventana que da hacia el este está rota

la ventana que da hacia el este
está rota.
es un asterisco de vidrio
con filo y sin fondo
por donde va metiendo 

sus dedos perversos 
el verano.
el calor regresa 
con esa pretensión 
de vender alegría vaga
y medicada.
ya al mediodía,
el día empieza a coagularse

y me mojo un poco
la cabeza,
me pongo
la musculosa gris
que fue antes
mi remera negra favorita
que será en un futuro
apenas otro
 trapo de piso
abandonado
en el paladar 
plástico
de una palangana roja,

y así.

nuevamente
y como siempre
el tiempo corroe como nunca.
si se va,
es para volver aún más violento.
como un mar que se arremanga
hasta el antebrazo,
escupe toda la mugre
y se la vuelve a tragar,
una y otra vez,
se masturba con nuestros miedos
para no envejecer.
pienso, pienso, pienso
todo esto mientras bichos
de último modelo
aterrizan
sobre la pantalla insomne,
van reemplazando 

los casilleros vacíos que dejan 
las letras no escritas. 

el tiempo corroe como nunca
y no está mal divagar,
soñar con dormir la siesta
en un campo sin horizonte
bajo la sombra lábil que obsequia
la copa de un árbol vetusto,
pero primero hay que asomarse
con cuidado por la ventana
y constatar si la luz
se cortó solo bajo 

este techo
o afectó también

al resto de los dificios.













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