jueves, 18 de octubre de 2018

Atrincherados

atrincherados en habitaciones
de látex color humo mate,
nos dejamos escanear
por un ventilador
que confirma y reafirma
el peso de los rostros
mientras armamos
nuestra fogata moderna
a base de envases opacos,
colillas de ansiedad dentro,
menthoplus entre disco y disco
para que la presión
no se hunda hasta el vómito
y demás cosas
que sacamos del bolsillo
en silencio,
como un arma cargada,
para depositarlas
en la mesada de otra noche
alquilada al insomnio.

so(m)bras, verrugas, tumores,
vergüenzas que creemos
no merecer
y todo eso que le va descosiendo
el cuellito de tela
a un muñeco con tu forma.
podremos decir todo tal cual
sale de fábrica,
exorcizar los demonios
domésticos
y reír ruidosos con la boca
inmunda
como un inodoro roto.

podremos todo menos
reventarle por fin,
los ojos
a la criatura esa
que atraviesa la penumbra
y mirándote fijo
desde la punta opuesta
de la cama,
lleva su índice a los labios
como para que se entienda
que hay cuestiones
que son como el silencio:
destinadas a quedar
entre voz  y vos.











sábado, 13 de octubre de 2018

Veo yo en las pupilas

veo
en las pupilas gelatinosas
de la vaca
que mete y saca
mete y saca
la cabeza
por el alambrado
y atrapada y todo
feliz queda

veo yo
una libertad genuina
e inhumana
una paciencia única
que hasta podrían
terminar de licuarse
los glaciares,
volver a crecernos aletas
de un día para el otro,
como tubérculos
abandonados
en el último cajón
de la heladera,
y nada de eso
le cambiaría el gesto

una paciencia
que no logro encontrar
en el reflejo de mis pupilas
enrojecidas
en y por una pantalla
en blanca
yo que, solo me veo
metiendo y metiendo
la cabeza
en un panal sin fondo,
cuanto más adentro más espejos.

una libertad
que hasta la garganta tiesa
del mártir apoyado
en la guillotina envidiaría.







sábado, 6 de octubre de 2018

Ya no sostiene el mismo volumen

ya no sostiene el mismo volumen. 
de a poco sus ladridos
se van alejando,
llevándosela
también a ella,
a un lugar completamente
desconocido para mí.
una oscuridad
propia y auténtica
como las que inventan
las luciérnagas cuando
se apagan.


además de llorar con la cabeza
ante lo inevitable,
apoyo mi palma
en su lomo, despacio,
para no despertarla,
apenas, como toco
una pava de acero
para ver si sigue caliente,
con la obsesión
de la embarazada que acaricia
su panza
para ver si sigue ahí.

en un tiempo próximo,
minado de angustias,
se que volveré
sobre el mismo gesto
pero esta mano
no recibirá ya más latidos,
solo tierra pegada,
pequeñas ramas caídas
de un árbol enfermo
que no da nada
más que sombra
floja.

lo que crezca de ese claro en el jardín 
llevará tus huesos
en su adn.
y eso ya es bastante.