es que lo que apaga
el sueño a madrugada
es el bardo de un taladro
descontrolado
que gira mete grita
y nunca pero nunca más
se domestica.
es que tengo un remolino
sobre la tapa de mi cabeza
y vos venis y me traés otro.
dejás un agujero
del diámetro de tus pupilas
para espiar mis inseguridades
y yo: ojos al piso,
brazos holgados,
cuerpo hecho un gancho.
verguenza y silencio
de quien todavía
sin haber montado la escena
de un crimen infame,
ya imagina los protocolos
que corresponden
a la del perdón.
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