pensaba cuando niño
a los golpes contra
el ruido blanco
de un televisor
efervescente.
no había contracturas ni ansiedades
ni humo sucio entre dos dedos calcios
fui testarudo
como un mosquito adicto
al tubo de tungsteno
eso sí: no tenía alas
ni la tristeza ancha
de no saberlo
no tenía nada
más que la ligera inocencia
que de vez
en cuando extraño cuando
se me tapia la ventana
que da al mundo
de los vivos -y a vos
qué parte
del cerebro te comió
la radiación.
hay que acostumbrarse
a los efectos
de la hipocondría mal curada
y a su escenario recurrente:
yo en el centro
con una vela prendida
que infla
y desinfla las paredes
de una habitación
cerrada.
taquicardia que mueve sombras
del tamaño de montañas.
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