A veinte centímetros, la torta multicolor.
Pensar tres deseos.
Darse cuenta que no tiene ni siquiera uno.
No se le ocurre ninguno con la densidad simbólica
que le exige la situación.
Asoma uno pero resulta material y biológicamente
imposible de concretar.
Reafirma su tesis primera:
no tiene deseos, o si tiene,
no dependen de sus acciones.
Para que la cosa fluya, desea entonces
controlar a la gente.
Para eso, requiere conocer qué acciones
a controlar hará que avance hacia sus deseos.
Si logra que X haga X cosa,
quizás la niebla se despeja.
Si X reacciona de forma X,
podrá avanzar panchín
hacia donde desea. ¿Pero qué desea?
Su deseo es ahora saber quién será
quien lo lleve a descubrirlo, quién de todos los presentes
lo conducirá a su terruño de arcoiris y paz
del que no tiene idea su ubicación
ni porqué un soplido afónico
a cada vela logrará tal cometido.
a cada vela logrará tal cometido.
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