jueves, 27 de noviembre de 2025

El beso

Ella besa porque le gusta que la besen.
Pero, ¿le gusta cómo él besa?
¿O le gusta besar? ¿Y besarlo?
¿Qué le gusta del beso que recibe?
Para recibirlo debe aceptarlo y al aceptarlo,
¿No lo termina ella completando?
¿Le gusta el beso en sí o recordar
mañana que se besaron?
¿Le gusta el durante o todo
lo que vaporiza el beso?
Sino piensa en el beso mientras lo da,
¿El beso pierde su valor?
¿Un beso ideal durante un beso mediocre
permite que el beso discurra hacia esa utopía?
¿Y cuando el beso se estanca, qué sigue?
¿Besa porque le gusta o porque hay que besar?
No responde a sus preguntas,
no porque no sepa,
sino porque está besando.
No le responde sus mensajes,
no porque no quiera,
sino porque la están besando.







Cumpleaños

Cerrar los ojos como un abrazo.
A veinte centímetros, la torta multicolor.
Pensar tres deseos.
Darse cuenta que no tiene ni siquiera uno.
No se le ocurre ninguno con la densidad simbólica
que le exige la situación.
Asoma uno pero resulta material y biológicamente
imposible de concretar.
Reafirma su tesis primera:
no tiene deseos, o si tiene,
no dependen de sus acciones.
Para que la cosa fluya, desea entonces
controlar a la gente.
Para eso, requiere conocer qué acciones
a controlar hará que avance hacia sus deseos.
Si logra que X haga X cosa,
quizás la niebla se despeja.
Si X reacciona de forma X,
podrá avanzar panchín
hacia donde desea. ¿Pero qué desea?
Su deseo es ahora saber quién será
quien lo lleve a descubrirlo, quién de todos los presentes
lo conducirá a su terruño de arcoiris y paz
del que no tiene idea su ubicación 
ni porqué un soplido afónico
a cada vela logrará tal cometido.







martes, 25 de noviembre de 2025

Hoja indomable

Anda como loca, descontrolada 
viene bajando la risa de una hoja.
Irreverencia, capricho, hoja indomable.
Chincheta que osa clavarse
en mi corcho visual.

Quiere que la vean, me mira mirarla
y la veo, la señalo y al señalarla
quiebro la conversación
de la que no participo: vean la hoja,
cómo baila sola en su histórica rama,
en el único país que conoce,
en la acacia bolita de mitad de cuadra.

Es un delirio, a todo ritmo, no hay otra
como ella que amenace con desprenderse
de su genealogía. El viento estúpido 
demasiado nulo, insuficiente para moverla así.
No corresponde la vibración de la hoja
con la quietud de mi flequillo, 
con la pereza de la bolsa en el canasto,
con el reposo de esta noche corriente.

Lleva el cavado exacto que las que la siguen,
que las que asoman en la punta,
que las que pronto se expandirán
como un calamar verde y clorofílico.
Nerviótica la trama impresa por el tiempo,
una vía que despega de sí 
varias costillas a sus costados.
Hoja que es la globalidad de otras 
que traerán en sus genes 
nuevos folíolos para que recomience la rueda.

Pero la que veo moverse es una, que se calma
para retomar con más fuerza el empuje enfermo.
La señalo y ustedes no la ven,
no la encuentran, dicen que estoy loco.