domingo, 20 de marzo de 2022

las puertas se abren sin que nos demos cuenta
ni de donde proviene el viento
ni si existe tal abertura. no
mires para atrás.

las paredes imponen su blancura
en la habitación
del enfermo.
una toalla secando la sudoración a 38°.
una venda alrededor del tórax.
el silencio
son los cinco minutos
en que los enfermeros salen a la vereda
a tirar humo y paciencia.

mis manos
son regalos de dios,
mi abdómen instrumento divino
solo canto por la noche
por costumbre
y es el hábito el lamento
que ahuyenta
el mensaje de los cuelloblancos.

el hábito es entrega
la entrega es lamento.
lamento el no saber
de por qué di tanto
y no obtuve nada a cambio.

ahora el sonido de sus risas atraviesan
mis bolsillos agujereados. el martilleo
de pensar de más
construye en un cuadrilátero
un alambrado que me deja a la vista del resto.

vivo,
exagerademente vivo.




gracias por involucrarte en la situación. tu presencia
provocó cierto movimiento
en los estratos. a partir de ahora, no dibujaré líneas
en el cielo
cuando pierda el eje de las cosas. recto, fijo, un trazo
en seco hacia adelante sobre
el que respiro.

quisiera decirte
al anteponer mis manos a la eternidad
no me sentí gigante, no me sentí más que coronado
de campanas nublando el sentido de la orientación
préterito es oeste
futuro mecánico del sudeste
mañana es de fuego;
no podría vertir mi gratitud en un cancionero
hacer de tu vida leyenda
siento no sería suficiente.

cuando volví, no estabas. llevaba
la boca
cubierta de arena
y al abrirla, una avalancha de palabras cifradas
cayeron.

estoy donde puedo y esa certeza me alcanza.
para el perro, soy un desvío ocular pasajero.
para el mar, una figura sobre la que reflejar
su inmensidad.
para mí, un pixel roto, sin latidos.

recuerdo
no me diste tu rostro
no te regalé mi tacto
quisiera presentarte una ofrenda,
darte lo delicado de la violencia que es
guardarse un incendio forestal en el bolsillo
para que te despierte en plena madrugada
donde todo esta muerto
para que cuando vuelvas
pueda estar ahí
y vestir la boca
con los perdigones
que son rocas
y decirte lo que aun no pude.



jueves, 3 de marzo de 2022

Doom

insomne, constante, sin testigos.
pudiste haber sido vos, en una de esas 
pudiste haber desarrollado una adaptación 
feroz al ambiente reconvertido. un ojo 
de más a la altura del corazón, un láser 
potente disparado al abrirlo, otra 
voz, o porqué no, la pericia emocional 
de quien sabe deslizarse a través 
de horizontes inestables. pero no, ni vos 
ni nadie que presencie ahora el latir amarillo 
del semáforo en la autopista abandonada. 
hipo de fotones. intermitencia que marca 
el ritmo en la noche distópica. el tiempo 
que recupera la consciencia y con dos 
dedos palpa su muñeca flaca. pero humanos
cero, nada, nadie que absorba los mensajes 
oxidándose en los carteles cascoteados. 
arandelas a la vera con 80, con 60, con 40
de velocidad máxima: indicios de que supo 
haber movimiento, direcciones, líneas 
de existencia programada de un punto A 
a un punto B. si uno levantase la cabeza 
-si primero tuviese una-  también vería 
allá al fondo como las usinas dejaron 
de eyacular al cielosus vapores. no más 
aviones comerciales perforando nubes 
negras, sus turbinas: reduciendo pájaros 
papel picado. no más viento, menos 
lluvia, la atmósfera justa y propicia 
para la formación de la figura hexagonal 
que demanda la caída de un copo de nieve 
sobre una lengua tibia tampoco. solo 
quietud: una burda y abismal, una quietud 
concreta como la que queda contenida 
en la bolsa que sostiene la chica triste después
de tirar a su pez favorito por el inodoro.