una vez que se toma el desvío
la señal desaparece. nadie nunca emitió
datos desde esta parte del mapa como si
una fuerza antigua
complotase para que nos entreguemos
de lleno
a la abertura ocular que despierta
el paisaje.
pero cuando los neumáticos cambian su melodía
al pasar del asfalto al pedregal,
del otro lado de estas montañas, alguien suelta
de un extremo y afloja la ruta.
ahora viajamos en bajada imantados
al dedo índice de un epiléptico. el trazo
cada vez más flácido, la desgracia
en cada curva titilando
atenta al pulso del conductor. no es silencio
lo que enfrascan estas cuatro puertas,
es otra cosa,
un panorama sin cocción, un presente
alteradamente vivo
que nos baja sin sentido los parpados, nos manda
a dormir sin sueño hasta que
el camino vuelva a ser la soga tensa que era.
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