salir a comprar
el foco faltante del baño vino por defecto,
lo primero que agarró fue la yerba, después
la sal. no había en la tarde ni un gramo
de ideas que macerar, no
estaba mal solo.
en la fila del mostrador, manotea más productos,
-los innecesarios- mientras espera
que se solucione el desperfecto técnico
del Posnet. ahí la escucha, o piensa
que la escucha. la voz dura
tres palabras inentendibles para su lejanía.
su cabeza rebobina hasta encontrar
la ubicación exacta de cada letra,
pero la actividad mental la realiza después, una vez
que entra a su casa
y temeroso, le da cuerda a la lámpara
que se niega a encastrar en el hueco
que le toca.
va hacia el fondo impenetrable
de los fondos, hojea rápido su corta biografía,
piensa en espacios, tiempos, vórtices
recubiertos de revoque donde pudo haber caído
lo que busca y nada: el eco sigue
atrapado en su salón vacío: las ventanas, selladas.
hasta que
cuando parece que se está por acabar
la batería, que el meñique que sostiene
el débil pensamiento
empieza
a temblar
listo para convertirse
en sustrato de otra cosa: un fogonazo lo ilumina
los días como vienen se van y de la insistencia
por darle forma a lo que no tiene
nacerá negruzca una mancha
de hollín
que irá a fundirse como turba
con el resto de las cosas que no puede recordar.