grabada en calles inundadas
la certeza de que nadie vendrá
y la constante duda de a dónde ir,
la noche atiborrada de silencios
y horas que veo pasar al trote
sin tener con qué llenarlas,
los ojos abiertos
como reflectores de bajo consumo
y otras cosas más que tampoco importan,
menos ahora
que hay que sacar los colchones al sol,
revisar la térmica, los electrodomésticos.
sí, sí, sí, lo de llamar al técnico
para que reconecte el wifi también,
pero primero lo primero:
antes de encender la heladera,
es necesario drenarla.
partir de la cabeza
y bajar hasta los pies
tirar lo que no se pueda salvar
y cenar lo poco que sí
con un ojo
en la punta caliente de una vela
y el otro
vigilando día tras día
las insinuaciones de las nubes,
allá afuera.
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