jueves, 21 de marzo de 2019

Aterrizando raspados

aterrizando raspados
por la magia de la droga.
algo todavía queda
de la varita
incrustada en el culo de la razón.
quién dejó la puerta entornada
rebota y rebota.
hace frío, ahora calor,
se queja el cuerpo
lo que más molesta
del miedo es que avanza
en puntas de pie.

quietos y luminosos
como santos de yeso
en las paredes de un templo
aterrizamos en el día, raspados
por la noche
los únicos que desde el balcón
ven en este preciso momento
la furia con que el amanecer
va contorneando
a trazo grueso
la carcasa de los edificios.

más allá, atravesando el pulmón,
detrás de una ventana circular,
los ojos de un vecino
me miran fijo,
diminutos, parecen los ojos
de un mosquito,
se me pegan a la médula,
pero no digo nada.
ni él, desde la lejanía,
ni yo, podemos determinar
si lo que reina en mi rostro
es calma o puro terror.






miércoles, 13 de marzo de 2019

Detrás de esto no debería haber humor

todo empezó con una tempestad
de cinco días seguidos que
por fin atinó a levantarse
de la cama 
y se fue con disimulo 
a inundar otra ciudad.
las cosas graves funcionan así.
dejan un corte de luz indefinido
y se llevan techos, autos,
perros, casas. hubo víctimas
fatales info
rmaron las noticias
en televisores apagados.


y del loco que dormía en la esquina

nadie se pregunta que fue de él.
la última vez que lo vi,
me acuerdo, asomó sus tenazas
para pedirme
un cigarrillo
y las volvió a esconder
bajo su frazada. pero pasó
la tempestad y solo quedó
su pantalón desinflado,
virado a un azul oscuro,
aplastado por el agua sucia.

cuando la lluvía paró
arrancó el negocio.
un día cualquiera los turistas
se aburrieron de los balcones
y los firuletes en las puertas.
“para qué pagar por ver los mismos
edificios que hay en europa”
“queremos ver cultura 100% argentina”
protestaban en voz baja,
resbalando lenta la erre
como lo haría un robot.

así empezaron a hacer fila
alrededor de la manzana.
para posar 
con el jean embarrado, 
posaban solos, en grupo y acostados. lo tocaban, lo olían, 
los más fanáticos lo lamían,
después compraban llaveros
con su forma en miniatura.

dejaron tantas monedas en los bolsillos 
que la tela se terminó rajando.
la réplica que colocaron no funcionó
los turistas querían el original,
"el que usó el loco de la esquina"
reclamaban sin saber realmente
quien fue el loco de la esquina.

restaurado y cocido
para evitar nuevos deterioros
el pantalón volvió a su sitio
pero duró poco, solo dos semanas
porque una noche de tormenta
lo robaron. 
ahora dicen
van a hacer otra réplica,
más resistente, de bronce 
y a modo de homenaje.
será tridimensional y brillante,
a su lado tendrá un banquito 

para poder sentarse,
sus bolsillos van a ser dos huecos
no muy hondos como para usar
de ceniceros.


























martes, 12 de marzo de 2019

Dentro de los límites de lo utópico

dentro de los límites de lo utópico
lo mejor sería quedarse mudo
y encerrado,
clavarse las medialunas negras
de las uñas en las líneas
de las manos
y evitar el futuro panorama.
pero nadie se hace amigo
de sus síntomas tan fácilmente.

más cuando, se sabe, un portazo
es además de un portazo:
un eco grueso esparciéndose
tóxico como el mercurio,
tres puntos suspensivos
agigantándose espesos en el aire,
un campo minado
camuflándose bajo el silencio
más duro, más rápido que la razón,
más allá de esta habitación,

el portazo dejó también girando
en este gatillo-garganta
insultos como bolas de lotería
donde al detener su movimiento
todos los comprometidos pierden.