jueves, 22 de noviembre de 2018

Malhumoradamente infecto

malhumorado,
baja

sin saberlo
a su sótano mental
ante las pupilas
ajenas
sin que nadie lo vea,
baja a rodearse
de ideas
impronunciables,
sucias,
sobre mí,
sobre vos también
que lo miras de reojo:
la distancia humana
depende
de la profundidad
de los ojos.

baja a su zona
restringida
y abraza las palomas
que arrincona
en la esquina
peludas, podridas,
muertas:
alguien con quien hablar.
no le gusta las ventanas
ni ventilar,
ni el viento
porque el viento
puede al desplumarlas
revelarle
sus cruentas miserias.

de modo que baja
la calma
con un cigarrillo
partido y mentolado.
la suerte
es de quien avizora
la unión de las baldosas.
baja a su cerebro
infecto
con paso fúnebre
y sin pose.
baja tanto que al subir
un gesto de afecto
puede significar
lo contrario,
y un ramo de rosas
derretirse
junto a la moral,
manchar las manos
con sangre
real.








miércoles, 21 de noviembre de 2018

La ventana que da hacia el este está rota

la ventana que da hacia el este
está rota.
es un asterisco de vidrio
con filo y sin fondo
por donde va metiendo 

sus dedos perversos 
el verano.
el calor regresa 
con esa pretensión 
de vender alegría vaga
y medicada.
ya al mediodía,
el día empieza a coagularse

y me mojo un poco
la cabeza,
me pongo
la musculosa gris
que fue antes
mi remera negra favorita
que será en un futuro
apenas otro
 trapo de piso
abandonado
en el paladar 
plástico
de una palangana roja,

y así.

nuevamente
y como siempre
el tiempo corroe como nunca.
si se va,
es para volver aún más violento.
como un mar que se arremanga
hasta el antebrazo,
escupe toda la mugre
y se la vuelve a tragar,
una y otra vez,
se masturba con nuestros miedos
para no envejecer.
pienso, pienso, pienso
todo esto mientras bichos
de último modelo
aterrizan
sobre la pantalla insomne,
van reemplazando 

los casilleros vacíos que dejan 
las letras no escritas. 

el tiempo corroe como nunca
y no está mal divagar,
soñar con dormir la siesta
en un campo sin horizonte
bajo la sombra lábil que obsequia
la copa de un árbol vetusto,
pero primero hay que asomarse
con cuidado por la ventana
y constatar si la luz
se cortó solo bajo 

este techo
o afectó también

al resto de los dificios.













sábado, 10 de noviembre de 2018

La misma lluvia

mojadas
por la tormenta,
infladas
por el miedo,
después tampoco habrá tiempo
para la búsqueda
del por qué
del cómo

quien de todas fue la primera
en malcriar la paranoia,
con un burdo aleteo
contagian el terror.

y el agua 

que lo ensucia todo,
que embarra la vista
con su melodrama
fotogénico

 y las palomas
desesperadamente 

elementales
no necesitan  razonar
nimiedades, ni edades,
ni miedos mentales
ni aceptar que ven sombras
donde no deberían.
ellas buscan refugio
donde sea que puedan
solo encuentran
muertes solitarias
en veredas partidas. 


caen en seco,
 una por una
se desploman 
y a pesar
de la tenue respiración
que todavía las ocupa,
agonizar parece esconder
un motivo tan inútil 

que es estético:
elegir la mejor manera
de posicionarse
de cara
a la descomposición.