de verdad
me obsequia la única ventana
de mi cuarto
y son suficientes para llegar
a una conclusión:
aunque esté en desacuerdo,
ya pasaron varias horas
desde que el sol
mostró la puntita de su uña,
y a pesar de que las nubes
fueron ocupando el cielo,
democráticamente despacio,
afuera los canteros siguen brillando
igual o más radiantes
que los espejos retrovisores
de los autos
gracias a las botellas de plástico
que, con sus poros diminutos,
abastecen de agua
las raíces
de los árboles en crecimiento.
bla bla bla
qué importa
la poesía,
ese apéndice invisible
del cerebro
que cuelga bobo
como un rabo sucio.
qué importa
si total puedo pasarme
la vida entera metido
en esta mañana hermética
que avanza mansa
y a poca velocidad
como un gigante con demencia.
otra mañana
de luz blanca, bruta y artificial
toda de lleno,
en la cara
para mí
solo.
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