quiero
los cachetes calientes
en plena siesta del perro,
estar así nomás,
echado bajo el primer
sablazo del sol
que cruza la ventana
a mediatarde.
no tener opinión alguna.
los cachetes calientes
en plena siesta del perro,
estar así nomás,
echado bajo el primer
sablazo del sol
que cruza la ventana
a mediatarde.
no tener opinión alguna.
aceptar, así como así,
la tragedia del horizonte,
sin interrumpirlo,
ni acusar nada.
vi al árbol deshacerse
sobre hojarasca podrida,
mientras seguía
pidiéndole explicaciones
con sus palmas abiertas
de ramas
a un impasible cielo otoñal
y lloré con él.
quien pudiera
encontrar el equilibrio al pie
del barranco,
como hace el campesino,
que, parado,
frente a la desgracia
más tremenda,
ve la lluvia doler
sobre su barro
cada vez más barro,
las semillas ahogándose
fuera de su estómago.
la bronca metida
como una tuerca
en la tráquea
y el humo de un tabaco,
que a cada seca que le da,
raspa y sabe mejor.