jueves, 29 de marzo de 2018

Fantasmagoría de la tercera edad

dicen
que la invocan los murciélagos
y su tristeza


que recién sale cuando 
el resto de la manzana
está dormida
planta su reposera 
en la terraza

que viuda que anciana 
que impecable de sepia
seda blanca 


que después de pellizcar 
la ropa con los broches
apoya los pies
en la palangana vacía,
se relaja,
apenas un 
segundos

que mientras 
en plena pampa 
un espantapájaros tiembla 
ante la vastedad de la noche
ella mira fijo
a los ojos del cielo
petrificada
como prendida 
a una telepatía con el más allá 

amenazando 
con que si no la vienen a buscar
de una buena vez,
jura que se tira.











domingo, 11 de marzo de 2018

La noche derramada

la noche
viene cayendo 

con su discreta armonía
de devorar tragaluces, 

heridas, huecos donde clavar 
sus dedos húmedos
y mal que pese
lo más ridículo
es extender los brazos
para contener
la inmanente caída
de lo que no queremos
asumir.


a veces
es compacta,
entera, inmutable
y malcriada,
como una niña
castigada en la terraza
de su casa

pasa los días pasa
mordiendo sus cabellos 
largos negros lacios
con los dientes
de su peine.
a veces, 
una penumbra
que aplasta.


y así como cuelga 
la melaza 
de los troncos del bosque 
-arrastrando en su columna
lo que la madera rechaza-,
la noche va creciendo
imperceptible,
inflando de nada
la sombra 
de los hombres,  
y las lágrimas 
todavía no caen, 
solo cuelgan 
de sus meñiques
como suicidas
arrepentidos.


la noche sigue hambrienta
y hasta no comerse del todo 
nuestras manos, nadie la advierte.






viernes, 2 de marzo de 2018

Parque de incertidumbres

volví a caer
lento y finito
como el chillido
de un infante
deslizándose
por un tobogán
de fibra de vidrio.

volví a caer
y no hay madre padre
verdades mentalmente insalubres,
nada de “adelante, méteme el dedo 

en las muñecas como verificación”.

no hay nada duro, nada macizo.
con la piedra de Sísifo 
rodando cuesta abajo
conmigo mismo,
qué podrá lijarme ahora
de un cachetazo
la expresión.

en mi caída libre
también descansan fracasos ajenos.
la de tu cruz oxidada,
la de tu metafísica a la gorra,
 tu quiromancia
la prefiero
con un guante de silicona
puesto
así no me sigo ensuciando
la esperanza.

volví a caer
y ahora quiero escapar de este tubo,
leer un cartel
que diga -con una mueca burlona
dibujada con el tembloroso trazo
de mi cabeza-
“cerrado por reparaciones,
por favor no se tire”,

lo peor sería
que me amortigüe
una luz blanca,
dos brazos extendidos,
un llanto soldando el principio
y el final de un mismo agujerito.