de una hora que no se calla ese
crack crack crocante, constante,
que no me deja pensar en algo concreto
y filoso que abra de un tajo el presente.
dónde, en la estructura, en el orden,
en la geometría de este universo
bordeado tiene que haber
un huequito por ahí
para meter la cabeza,
dejarla en remojo.
una hora nomas.
descansar la carne.
a veces soy yo,
hoy son moscas mosquitos
todos los drogadepedienes
alados y por haber, cabeceando
inmunes al dolor la misma
bombilla de luz.
no entiendo la maliciosa ansiedad
de los invertebrados.
por qué me lo recuerdan
por qué no esperan a mi apagón final
para acorralarme,
francamente, a oscuras
no me va a importar nada
que los gusanos graben
arabescos bajo mi piel
blanquecina.
ríanse de mi muerte,
hagan lo que quieran.
pero por qué tengo que compartir mi mundo con otros.
en una hamaca paraguaya,
meciéndome como un péndulo
con un cacho de vida adentro
busco el trance.
aparezco y reaparezco
por la sombra del jardín,
así también las estrellas
en la atmósfera fantasmal
y el crepitar de un cigarrillo
a madrugada
que con gusto fumaría
sino tuviera el atado
estrujado en mi mano,
vacío,
en cinco dedos
travestidos en un puño
iracundo,
retorcido en celo.
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