por el costado de mi cama
de una plaza. les marco el camino,
no los despido, les digo con la mano
floja y levantada, hago el gesto
de "siga siga", "todo bien",
nadie los detiene, vayan con dios
nomás. no me afeca verme así,
hoy que sigo abrazado a mi almohada
como un náufrago se sujeta
a un trozo de madera
del tamaño de un gato para ganarle
al tiempo y pensar en quien fue,
qué lo define, qué fue lo que
hizo para estar a esta hora
y en este lugar luchando
en el altamar. para ganar impulso
y mirar por encima de la línea
punteada: en la unión del cielo
y la tierra está la incomprensión
de las distancias.
pasan los ladridos de dos perros
pasan los ladridos de dos perros
enredados al poste de mi mañana
imaginaria, pasan colores plásticos,
inéditos, en el aburrimiento
de mi pantalla. pasan frente a mí
epifanías capaces de torcerme
el ángulo de visión, pasan
esporádicamente situaciones
que me darían el coraje para hacer
una vuelta carnero y caer de pie.
todo lo que pasa me saluda
y sigue de largo, se aleja de mí
que tirado en mi colchón
me quedo engarzado a esa canción
que revuelve con una cuchara
el cáliz de mi corazón.
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