en sus seres queridos. en sus dos o tres
amigos. en lo que quiso ser y no, la verdad
que no se dio. en sus brazos tratando escapar
de una absoluta idea de amor y el poco tiempo
que le queda (nunca alcanza, nunca alcanza).
de una absoluta idea de amor y el poco tiempo
que le queda (nunca alcanza, nunca alcanza).
tampoco olvida el tic tic tic de la venita
en el ojo izquierdo y esa molestia tímida, hundida,
a la altura del diafragma. ¿tendrá algo que ver
con el carraspeo plomizo de algún trauma infantil?
ahora la amenaza consiste en vapores, motores
y cobre que lo llevan involuntariamente
a imaginar una falla eléctrica. y ya que está,
ve fuego. y si hay fuego, habrá humo
y en su cabeza se reconstruye la disposición
de los ansiolíticos en su último blíster.
como no los tiene a mano, lo posee
unas terribles ganas de fumar, acá nomás,
cuál fue, a 3mil metros de altura mirando
el despegue por la ventanilla
de este avión y la cuadratura de una ciudad que,
cada vez más chica, cada vez más chica,
se desgrana como un microchip entre los dedos
blancos de un par de nubes tiesas.