sábado, 9 de febrero de 2019

Nadie te enseña

marcamos una circunferencia
en una de las esquinas del jardín
(cuánto más lejos los árboles,
menos raíces que cortar)
y le fuimos dando forma
desde los costados hacia el centro
del centro hacia abajo
y abajo el universo es propiedad
de los gusanos
y sus finos conductos
de descomposición.
nadie te enseña a cavar un pozo
ni te explica el funcionamiento efectivo
de la muerte.

terminar de enterrar a tu mascota de toda
la vida
carga con la ansiedad póstuma
de un deporte de alto riesgo
como saltar de un puente
y quedar colgado boca abajo
a un beso del cemento
¿y ahora qué?
¿cuándo llega el golpe?
¿cuánto tarda en fermentarse el dolor?

lavé la punta de la pala
para que el salitre no la oxide
y lavé también mi cuerpo
en la ducha
me veo todavía más indefenso
que ante la mirada del resto.
escupo mi descendencia en el desagüe
para que me abrace la calma,
aunque sea por un segundo,
una ciencia tímida que aprendí
no sé cuándo ni con quien
pasé los mejores días de
mi vida
-o los peores,
como hoy que el vacío agobia,
la temperatura embriaga
y el oxígeno nunca es suficiente
cuando sos no solo otro animal
sino algo atado a la correa
que lo une con su sombra.

como hoy que un ventilador
gira y gira sobre la tapa de mi cabeza
una hélice que no me lleva
nunca a ningún lado
pero igual lo acepto,
estoy acá, ahora,
ya sin tierra en las palmas
ya sin perra,
ya entendí que cuanto más clara
la sábana
más marca deja entonces
la lágrima.






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