es su espalda.
un alambrecito
con alas todavía
flacas a sus costados
como de pollo
deshuesado
quebrará la cáscara
no como quiebra
el parabrisas
el cráneo acelerado
de algún automovilista
que huye y huye
y los recuerdos
por más contraídos
que estén jamás
desaparecen
del espejo retrovisor
¡no! así atestado de vida no,
sino, lento,
venita por venita,
veneno de venenos,
con la paciencia
milenaria de la arena
y el sonido
siniestramente
crocante y poderoso
concentrado
en el acto de nacer.
todo esto
está pasando ahora
muy cerca mío,
en una de las paredes
de mi cuarto
o entre mis pelos
pajosos
o emergiendo junto
a la bota que flota
en el agua podrida
de mis pulmones,
y al igual que las cosas
que pienso demasiado:
ocurre sin (mi) permiso
y fuera de (mi) control.