viernes, 30 de diciembre de 2016

(está por verse)

El tiempo tiene eso
de andar dejando arrugas
como si fueran las últimas
pinceladas de otra de sus esculturas,
eso de ser virus invisible, indivisible
para un par de agujas frustradas,
y más atrás giramos nosotros
como caballitos soldados
a una calesita, buscando
vaya a saber uno qué
en una sortija que se
escabulle siempre
de la vista, como barcos
mareados y sin mapa que al mar
abierto arriban y encallados quedan,
y vibran y adelante y hacia atrás
y en cámara lenta, los talones
amarrados, sujetados
boca abajo al nacer
llegamos para
ser


otro premio para el partero.


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