En el invierno etario
de su vida
la mujer respira
la brisa del bosque
por última vez.
El golpe
fisura la chapa,
el choque
arrastra el tronco
y otro cráneo
que repite contra
un parabrisas
el ritmo de
la desgracia.
La sien abollada,
y ensangrentada
la frente que ríe
por las cosquillas
que le hace
otra inútil
señal de la cruz.
Tiempo de cosecha de cadáveres
y ¡qué bella es la primavera!
y mucho más esa frambuesa
que improvisa con sangre
un garabato en el asfalto.