Volver al furcio,
como quien espera
una disculpa
de una lengua
traicionera,
es nadar apenas
en el cauce
que no mana.
Rumiar una y otra vez
una pena de mal gusto,
y asustarse al darse
cuenta que la saliva
solo ensucia
las palabras.
Tanto es el asco
que me causa
ver el agua estancada
y encontrar allí
el silencio olvidado aturdiendo,
el rostro que ya tuve,
mi boca malintencionada,
que en las fauces
de aquel tiempo
me atasco y de ahí
no me muevo.
Volver
y ser náusea
y del recuerdo,
volverse su reverso.
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