al mechón para que brote el rodete.
son estrictos con la higiene,
los horarios, y la atención al cliente.
lo más pesado más cerca de uno,
cubiertos y condimentos esparcidos
donde quede lugar en la bandeja.
cada trazo en cruz al tachar las comandas
en el pizarrón de la pantalla, oxigena.
el descanso es un claro en la mente
que aparece cuando me dispongo
a bachear: hay motivos varios
en cada plato de café, diferentes
cerámicas y cristales cocinados
a temperaturas surtidas. la de corazones,
la de los nudos en flor, la negra moteada,
la taza blanca lisa donde vierto el cafe latte
o la azul vidriada que encaja
con el tazón del cappuccino.
la ley es una, lo que se rompe, se anota,
lo derramado, se limpia, lo que mal
se porciona, no se come, no se vende, se regala.
los días soleados son los mejores,
cuando salgo a atender a la vereda,
a servir, a levantar, a cobrar, a bajar cuentas,
vuelvo con la luz de afuera
metida en mis ojos, unos segundos de ceguera
que estrujo con los parpados
como manteniendo intacta
una fragancia en su cáscara de fina gasa.