viernes, 5 de enero de 2018

Vendavales veraniegos

me gusta entregar
mis ojos a la anarquía del viento
ver como patalean
las hojas del pino
en la punta más alta del patio
oír como caen de maduro
los duraznos

/listos para poner la olla
 en la hornalla las manos a la obra
 no sé cuántos muchos gramos
 de azúcar hacen falta menos no sé
 cuánto espacio necesito para guardar
 cada cosa que cosecho./

disfruto ser testigo de la violencia
indirecta con que el viento
va venciendo las ramitas,
amplificando las caídas
en un aterrizaje sangriento,
estruendoso, sobre baldosas
que no pienso limpiar.
así son los nacimientos:
un enchastre permanente
del tamaño de una vida
pero en un cuarto cerrado
sin aire llaves
persianas ventanas
ni puertas mientras
 seguimos como náufragos
buscando interruptores en la pared.
el antiquísimo misterio
de cómo mierda se prende la luz.